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lunes, diciembre 15, 2008

* Pasión Devoradora *


Según la mitología tolteca Quetzacoatl, la serpiente emplumada, dios de la felicidad pacífica y jardinero del paraíso en que vivían, enseñó a los primeros hombres a cultivar el Cacahuaquaitl, árbol de cuyas semillas tostadas y trituradas procede el chocolate.
Dioses y emperadores de nombres más o menos impronunciables se sucedieron rodeando siempre el cultivo del árbol y la cosecha de los frutos mágicos ceremoniales incluidos sacrificios humanos a cargo de los sacerdotes.
Con sus habas maduras y tostadas preparaban la bebida energética reservada al emperador, nobles y guerreros. Cuenta Bernal Díaz de Castillo, cronista de Hernán Cortés, que a Moctezuma le servían una bebida de cacao en copas de oro. Y agrega tímidamente “que decían tenía una virtud para tener trato con mujeres.”
Tal vez por eso, o según el cronista citado a falta de vino, algunos españoles comenzaron a beberla si mayor entusiasmo, descubriendo “que cuando se la ha bebido se puede viajar todo un día sin fatiga y sin tener necesidad de alimentos”. Amarga y picante, no resultó particularmente atractiva al paladar de los conquistadores. Claro, el tchocolatl, tal como lo preparaban los indígenas, se aderezaba entonces con una de las variedades del ajicito.
Destruida Tenochtitlán en 1521 y ya instalada la joven colonia en México, las religiosas de un convento de Oxaca pusieron a punto deliciosas nuevas recetas mezclando el chocolate con azúcar, vainilla y a veces canela y anís.
A partir de entonces pasteleros de todo el mundo derrochan talento para crear especialidades sólidas, liquidas o fundentes. Porque con chocolate es posible.
¡Benditas monjas!…En su cándido retiro seguramente jamás imaginaron que dejaban el mundo librado al influjo de la intensa, devoradora pasión, la pasión del chocolate.

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