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domingo, junio 01, 2008

* la Intensidad en el Sexo *


Un importante incentivo en el sexo es la idea de que es posible fundirse en el cuerpo de la otra persona. Esto, lógicamente, es más simbólico que factual. Esta fantasía es bastante común, sana e incluso deseable, porque es algo que permite la entrega de una persona a otra en el contexto sexual. Facilita el placer y prácticamente asegura el orgasmo. Sin embargo, llevado al extremo (o a la literalidad) puede llegar a formar una perniciosa parafilia, de la cual hablaremos en otro momento.
M. A. Martín
Por ahora queremos centrarnos en ese deseo, el deseo de fusión en la otra persona por medio del sexo. Está claro que uno de los motivos que subyacen al deseo es la atracción. En la atracción entran en juego un sinfín de factores de todos tipos. Éstos pueden ser tanto físicos e incluso genéticos, como psicológicos. En los aspectos físicos intervienen la percepción de los sentidos y éstos se ven tintados por aspectos psicológicos que los interpretan, dependiendo de la historia de cada individuo.
En cualquier caso, se presenta una situación en la que una persona desea a otra, y una buena parte inconsciente de ese deseo consiste en hacerse con aquellas cualidades que le atraen de la otra persona. Hay una parte de la mente que considera que esto es posible, aunque en un sentido literal no lo sea. Entonces, por un lado desea poseer todo aquello que le atrae de la otra persona y, además, se siente seducido por la posibilidad de fundirse con ella. El resultado en la práctica es la gran intensidad que puede llegar a experimentarse durante distintos momentos de la relación sexual, especialmente en el coito. El placer es tanto físico, como psicológico.
Hay personas que tienen dificultades para relajar sus barreras y entregarse en el sexo. Es como si estuvieran tan acostumbradas a tener la guardia en alto, que cuando la situación les permite bajarla, no saben cómo hacerlo. También hay otras personas que pueden entregarse con una exagerada facilidad y corren el peligro de caer en la sumisión.
Hay quienes opinan que una de las razones por las que el sexo atrae tanto es que permite a la persona experimentar una intensidad que es difícil de encontrar en la cotidianidad de la vida.

* las Fases del Encuentro Sexual *


Para que un encuentro sexual sea placentero hay que tener claro el atractivo de sus distintas fases. En la fase de cortejo, puede despertar morbo la incertidumbre con respecto a si se llegará al sexo o no. Aun cuando haya certeza de que habrá sexo el morbo de la incertidumbre puede deberse a que no sabemos cómo transcurrirá todo.
M. A. Martín
Aunque es verdad que no todas las personas tienen los mismos gustos, para muchas es necesario sentir la seguridad de que la otra persona la halla atractiva y la desea. Ésta suele ser la función del cortejo alentar el deseo, seducir y sentirnos deseados. En un encuentro sexual puede pasarse por alto la fase del cortejo por un ansia genital. Sin embargo, el esfuerzo por aumentar el placer al enfocarse para empezar en el deseo suele tener su recompensa. Ya llegará el momento de centrarse en la genitalidad.
En cierto sentido, la fase del cortejo puede marcar y establecer las pautas del encuentro y es que se prolonga hasta el final. En cualquier caso, luego llega una fase de mayor contacto físico, de abrazos, besos, caricias... Para la gran mayoría de personas, los besos representan una de las situaciones más estimulantes y placenteras de la actividad sexual. Ofrecen a las relaciones sexuales toda una vertiente afectiva que enriquece la experiencia.
Todo lo anterior permite que la pareja pueda sentirse bastante cómoda y relajada, lo cual ayuda inequívocamente a consolidar la intimidad del momento. A su vez, esto ofrece la confianza a cada uno de los miembros para seguir entregándose y para incorporar el contacto genital.
Por otra parte, en consulta muchas veces encontramos que los miembros de la pareja tienden a centrarse demasiado en el contacto genital y en el coito. No sólo eso, sino que suelen limitar el sexo a la genitalidad y en ocasiones ni siquiera exploran sus genitales lo suficiente. No los conocen demasiado y apenas los tocan en otro tipo de situaciones.
Uno de los peligros en que pueden caer los encuentros sexuales es que la experiencia se quede en lo superficial. Eso es más fácil cuando el contacto se limita a lo genital y al coito. Entonces suele perderse la oportunidad de tener un contacto más profundo y probablemente más satisfactorio.
El orgasmo a menudo marca el paso a la fase refractaria, en la que la persona, o la pareja, se relaja y repone fuerzas. El período refractario da lugar a la relajación, la tranquilidad y muchas veces a una mayor intimidad y contacto afectivo entre la pareja. Esta fase es la prueba de fuego para valorar la intensidad amorosa, ya que si el encuentro esta motivado exclusivamente para propiciar la descarga orgásmica, una vez conseguido ese objetivo, algunos amantes no pueden resistir la intimidad posterior y salen huyendo de la cama.

* acerca de los Celos *


Por M. PÉREZ, J. J. BORRÁS Y X. ZUBIETA.

De entre las ponencias presentadas en el reciente Congreso Español de Sexología, queremos rescatar la presentado por Arun Mansukhani, que habló de "celotipia", definida como "la manifestación de celos patológicos". Los celos son la suma de varias emociones primarias básicas y están presentes en todas las criaturas, mas no todos los celos son patológicos.
M. A. Martín
Según el trabajo presentado suelen existir diferencias de género en las respuestas provocadas por los celos. En general, los varones tienden a reaccionar con ira y agresividad, mientras que las mujeres lo hacen con depresión, pasividad, impotencia...
Aunque, lógicamente, la historia ha demostrado que tanto hombres como mujeres son capaces de comportamientos muy negativos y extremos debido a los celos. Teóricamente, a los hombres suele preocuparles más que su pareja les sea sexualmente infiel, mientras que a las mujeres que su pareja sea infiel a nivel afectivo.
La celotipia requiere atención clínica. Los celos patológicos suelen generar malestar a las parejas en las que hay un miembro que los padece: depresión, culpa, remordimiento, conflicto... Asimismo, están estrechamente relacionados con la violencia de género (entre el 48% y el 80% de los casos). En casos extremos pueden desencadenar crímenes pasionales, homicidios, suicidios u otras situaciones devastadoras.
En la persona aparece una fuerte sensación de pérdida y un rechazo a aceptar la realidad. Henry Ey señala que "sentimos que vamos a ser privados de objetos que están en nuestra posesión y que pasarán a manos de otros". Los tres elementos esenciales de los celos son: el sentido de posesión; el temor a la pérdida o el miedo desmesurado a la infidelidad (sexual o afectiva); la sospecha o certeza de que hay un rival.
Entre los factores de riesgo se encuentran los rasgos de personalidad del individuo celoso, su inmadurez emocional, sus apegos inseguros y ambivalentes, su tendencia a la dependencia o su reiterada sensación de rechazo... La persona celosa suele ser narcisista y contar con una baja autoestima, así como tener problemas de autocontrol. Otras variables que empeoran el caso son el consumo de tóxicos (alcohol o drogas), haber tenido un progenitor celoso y haber vivido previamente una turbulenta relación celosa.