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lunes, noviembre 21, 2011

* Alejandro Jodorowsky *


¿Qué somos?
Vittorio Gassman vino a decirnos que “el hombre es un objeto de placer”.
Pero, ¿todos los placeres son iguales?
Según dejó escrito Aristóteles bien claro, “si las acciones humanas pueden ser nobles, vergonzosas o indiferentes, lo mismo ocurre con los placeres correspondientes. Hay placeres que derivan de actividades nobles, y otros de vergonzoso origen”.
¿Vergonzoso origen? ¿Pecado? ¿Por qué no apagamos la conciencia cuando se enciende el placer?
Eso mismo se preguntó Khalil Gibran una mañana, cuando le comentó a un amigo por carta lo siguiente: “Anoche inventé un nuevo placer, y cuando lo iba a disfrutar por vez primera, llegaron violentamente a mi casa un ángel y un demonio. Entraron en mi puerta y disputaron acerca de mi nuevo placer. Uno gritaba: ¡es un pecado!; y el otro decía: ¡es una virtud!”.
¿Hay algún cuento que nos muestre esta enseñanza?
Hay una historia en la que Mulla Nasrudín (el tonto de los cuentos sufís) había perdido su asno y le dijo a todo el mundo que quien diera con su animal se lo ofrecería su con su albarda y todos sus arreos. La gente le preguntó entonces por qué se tomaba tantas molestias por encontrar su asno si después pensaba regalarlo en recompensa…
Entonces, Mulla respondió: “¿Es que no conocéis el placer que se siente al reencontrar algo que se había perdido?”
Sólo es un cuento… ¿Qué relación hay entre el cuento y el placer?
Alejandro Jodorowsky dice al respecto: “Yo busco mi ser esencial, mi dios interior, (alma, inconsciente o como queramos llamarlo), porque lo he perdido. En alguna parte, nuestra civilización también lo ha perdido. He luchado toda mi vida por reencontrarlo. Sabía que en alguna parte, existía algo, una luz en mí. Cuando lo descubro, tengo el placer de haber reencontrado lo que sabía poseía y, entonces, es preciso que lo dé y me disuelva en el mundo. No existe un ser realizado que no se haya entregado al mundo, al universo
¿Alguién quiere decir algo más?
Dijo Charles Eames contemplando la casa, obra maestra de la arquitectura moderna, que su esposa y él construyeron en lo alto de una colina, mirando hacia el océano pacífico: “Tome sus placeres muy seriamente”.